Taxi «Libre»

taxi«A la calle Serrano, por favor» se puede interpretar como una indicación normal y corriente. Al menos eso era lo que creía yo hasta que me topé con el «chusticiero» del taxímetro. Apurada de tiempo y con las mínimas ganas de entablar una conversación a esas insufribles 8:30 de la mañana, me monté en un taxi con la esperanza de que volara o esquivara otros coches al más puro estilo Kit, el coche fantástico. Pero la fortuna no estaba de mi lado aquella mañana. Lejos de acelerar mi llegada al trabajo, la retrasó media hora. Cuarenta y cinco minutos que se convirtieron en un monólogo sobre política y principios morales, de la mano de un taxista que parecía carecer de ellos.

La conversación (unilateral, la mayor parte del tiempo) comenzó con el «chusticiero»  acordándose de la familia de Gallardón por tener Madrid levantado por las obras. [8:45 y todo sereno] Una contestación del tipo: «Sí… la verdad es que está todo fatal, sí…», seguido de un bostezo camuflado que lanzaba el mensaje de «contesto porque soy educada pero no tengo ni perkins ganas de hablar ahora» le dio pie para pasar a su más que ensayado repaso de los políticos españoles.

Sin embargo, para mi sorpresa, lo que él pretendía no era desahogarse con su discurso sobre la moral de nuestros políticos, ni expresar sus opiniones para entablar una amena (¿?) conversación mañanera… Lo que de verdad le pareció divertido al chusticiero del taxímetro fue mirar hacia atrás buscando que le devolviese la mirada, ya que el reloj, el taxímetro y el atasco ocupaban toda mi atención. Cuando lo logró, decidió indagar sobre mis inclinaciones políticas. «Buah, tú como eres joven seguro que has votado a Zapatero. Aunque bueno, por la zona a donde vas… -de nuevo una mirada hacia atrás-, sí, si estás trabajando en la calle Serrano… puede que hayas votado a Rajoy y todo!». [9:05, llego tarde a una reunión, un taxista me está tocando la moral… todo ha dejado de estar sereno] «Con todos mis respetos, no creo que a usted le importe a quién he votado yo», y sonrisita de «vamos a dejarlo aquí». Pero no. No acabó ahí y el chusti no se dio por vencido tan fácilmente. Me dijo que por supuesto yo era libre para no decir a quién había votado, pero que él sólo me aconsejaba, por el bien de los españoles,  que no votase al PSOE…. Luego prosiguió con sus insultos a políticos (donde también cayeron lanzas al PP), con un tono de voz cada vez más elevado, y algo mosqueado porque yo no le estaba dando juego y porque estábamos de nuevo parados en el atasco. Cada vez que terminaba una de sus ristras de insultos, no sólo a los políticos sino también a sus votantes, acababa la frase con un «pero oye que cada uno es libre de votar lo que quiera, eh?».

 ¡¡¿Libre?!! ¡ Libre se habría quedado tu taxi si llego a saber que me voy a encontrar con semejante pesado!!

Vote a unos, a otros o, a «ningunos», no creo que un atasco en la Castellana sea el mejor sitio para debatir sobre «lo que deben votar los jóvenes» y, mucho menos, para imponer una postura política sin saber lo que la otra persona puede pensar.

Por si no lo sabe usted, señor chusticiero, como dice mi abuela [que no vota ni quiere]…
De política y religión, no se da conversación!!!

 

[a_palc]

Deja un comentario