Pillados ‘in fraganti’

Hay fotos que dicen mucho más que sus personajes.

Ayer vino Angela Merkel a España con un halo de superioridad a su alrededor para supervisar si el país ha hecho bien los deberes y se merece el bocadillo de Nocilla para merendar. Parece que hemos pasado el examen, pero con un aprobado raspadillo que deberá ser revisado en los próximos meses.

En la foto hecha en las escaleras del Palacio de la Moncloa, Merkel y Alfredo Pérez Rubalcaba hablan tranquilamente con el semblante relajado de quienes se sienten seguros de sí mismos. Además, el vicepresidente español hace su habitual gesto con la mano, que entró en casa de todos los españoles con la magnífica imitación de José Mota en Nochevieja.

A su lado, Zapatero mira al frente con la cara tensa y una sonrisa forzada que no da el pego. A lo mejor también influye que, dado que no habla inglés, su conversación con la canciller alemana sin intérpretes debe ser bastante limitada.

Y desde atrás mira de reojo el ministro de Fomento, José Blanco. No puede dejar de vigilar a Rubalcaba, que hasta en las relaciones internacionales se le está colando en la carrera por suceder al inquilino de La Moncloa.

También observa la situación desde tercera fila, aunque de forma más sutil, el recién estrenado presidente de la CEOE. Joan Rosell sucedió a Díaz Ferrán al frente de la confederación de empresarios y se ha estrenado con la firma de un pacto social que espera que por lo menos le reporte mejor imagen que la que dejó su antecesor.

Rosell evidencia la triste situación de este país y su Gobierno, mucho más preocupado por obtener el apoyo de los grandes empresarios, bancos y magnates que por lograr el contento de una sociedad cada día más exprimida. Hoy he leído que el presidente del Banco Santander, Emilio Botín, ha elogiado la acción del Gobierno como ya hizo también días atrás su homólogo en el BBVA.

Algo funciona mal cuando felicitan al Ejecutivo los bancos y no los trabajadores, aunque ya se sabe que el partido que esté en poder siempre acaba mirando a los poderosos para ocupar el sillón unos años más. Sin embargo, puede que quizá las cosas estén cambiando, y aunque en occidente estamos alienados desde hace mucho, los gobernantes deberían girar la cabeza hacia lo que está pasando en el mundo árabe. Allí la gente ha decidido decir basta. Nosotros no llevamos sufriendo una dictadura 30 años ni tenemos mermados la mayoría de nuestros derechos, pero a lo mejor algún día también nos cansamos de sentirnos ninguneados.

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