Azul y marrón o blanco y dorado… el famoso vestido ha revolucionado el mundo haciéndonos ver que los colores dependen del ojo que los mira.
En el panorama político español pasa algo parecido. Por fin bien entrado el siglo XXI, parece que el azul y el rojo tienen nuevos competidores que amenazan con colorear los escaños que deciden por todos nosotros.
Ahora parece (y esperemos que siga así hasta que lleguen las elecciones) que el debate del votante está más destinado a decidir entre el naranja ciudadano y el pudiente morado.
¿Dan miedo estas nuevas generaciones políticas a los tiburones asentados que dominaban nuestro congreso hasta ahora? Eso parece. Y mucho.
Sin meterme a explicar cuál de estos colores elegiría yo y por qué, diré que nada me alegra más que el hecho de que tiemblen los de siempre. Sí señores, aquellos políticos de promesas y bolsillos llenos de dinero corrupto sólo se sentaban en un despacho con una tarea clara en la agenda: «Qué podemos hacer para seguir en el poder».
Por lo que parece hasta ahora, ya que todo el mundo merece el beneficio de la duda, naranjas y morados se sientan a trabajar con una misión muy diferente: «Qué podemos hacer para cambiar España y aparecer en los libros de historia como la nueva transición».
Si la nube negra de la corrupción no les alcanza desde su juventud como partido y alguno de los dos, si no los dos, lo logra y España empieza a florecer… tendrán mi bendición para los restos.
De momento ya han conseguido algo que tiene mucho mérito; que muchos de los que estábamos desencantados con la política y el sistema, volvamos a las urnas con esperanza (no Aguirre, si no la de verdad!!). Que los jóvenes, preocupados por su futuro, vuelvan a tener el gusanillo de querer saber de qué va el tema e interesarse por una política más limpia y transparente. Y que los mayores, asqueados de tanto bipartidismo sucio y corrupto, abran su mente a nuevas formaciones que plantean un cambio racional.
Ambos partidos, Ciudadanos y Podemos, ya se han ganado mi respeto sólo con llegar hasta aquí.
Ahora el debate entre estos dos colores es una cuestión personal. Yo desde este humilde blog sólo puedo aconsejar que antes de votar, uno se informe bien. Que se lean varios periódicos (que es gratis y al alcance de tu móvil… digo de tu mano!), y se utilicen las redes para estar bien informado. Que se cuestione cada promesa con un: «pero ¿cómo lo van a hacer?». Y que si ante semejante pregunta, no existe respuesta, se sospeche.
Porque las sospechas y las dudas son lo que nos hace indagar más y con esto, tomar una decisión más acertada.
En cualquier caso y para concluir, nadie sabe a día de hoy cuál es la decisión acertada porque como bien dice el refrán: para gustos, los colores.
Lo bonito es que por fin España tiene una gama más amplia para decidir.
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