Hace unos meses hablaba de la generación JASP (Jóvenes Aunque Sobradamente Preparados). Hoy quiero hablar de su peregrinación hacia un mundo de oportunidades.
Me gusta España, me gusta la alegría innata de los españoles, me gusta Madrid y me gusta que hayamos ganado el mundial. Pero eso no paga hipotecas.
Leo hoy en el periódico que Celestino Corbacho afirma que todavía se tardarán «tres o cuatro años» en recuperar el empleo perdido por la crisis económica «si las cosas no se tuercen y van como todo hace prever que vayan». Y a mí me da la risa.
Me da la risa porque siempre he preferido reír antes que llorar. Sin embargo, las palabras «tres o cuatro años» retumban en mi cabeza al pensar que las perspectivas de futuro para los jóvenes españoles son como la nube del volcán islandés: lo tenemos tan negro que no nos queda otra que extendernos por Europa.
Y es que, nos guste o no, España vuelve a ser un país emigrante.
¿Qué posibilidades ofrece un país en el que la ecuación VALÍA = VALORACIÓN no existe?
Los jóvenes españoles valen más de lo que cuestan. Porque la cruda realidad es que, en el terreno profesional, cuestan muy muy poco, pero valen cada vez más (excluirse ninis y personajes habituales de Arena Mix).
Quizá sea por esta razón por la que se ha perdido el miedo a coger las maletas y recorrer el mundo en búsqueda de oportunidades laborales que realmente reflejen en la valoración, la valía del profesional. La generación JASP ya no tiene miedo a irse «un poquito más lejos». Atrás quedaron los tiempos en los que irse a trabajar un verano a Londres en hostelería era toda una aventura.
Hoy los chicos JASP cogen sus maletas y emigran donde haga falta, se hable ruso, mandarín o japonés. Porque saben que son activos muy importantes, devaluados en un país que, lamentablemente, está dejando escapar a sus médicos, enfermeras, arquitectos, ingenieros y un largo etcétera de profesiones para las que ha hecho falta mucho esfuerzo previo.
Ya no impresionan los completos currículums de los Spanish JASPs, que hablan idiomas y poseen una titulación superior, si no tienen dos, además de contar con cierta experiencia laboral (precaria, sí, pero experiencia al fin y al cabo). Ya no impresiona el interés y el entusiasmo por crecer profesionalmente. Ya no impresiona nada. Si no somos nosotros los que aceptamos la precariedad, otros vendrán. ¡Será por desempleados!
Trabajos temporales, mal pagados, con explotación implícita en el contrato, perspectivas de contrato indefinido de dudosa credibilidad y un aire a «deberías estar agradecido porque te dejemos trabajar» son los ingredientes de un pastel laboral muy poco apetitoso.
Ante la insípida oferta que tenemos en España, la fuga de cerebros es inminente. Un paseo por los distintos buscadores de empleo internacionales (o ni siquiera), una maleta que no exceda los 20 kilos de peso (propia de un low coster), unas cuantas copias del CV y un billete de avión de ida con destino anywhere but here. Con eso comienza el éxodo de titulados superiores de «este nuestro país», que parece no apreciarnos demasiado.
Desde [PalC] quiero hacer un llamamiento a las autoridades gubernamentales, que tanto se preocupan por el pueblo llano (bueno, que tanto se preocupan… o mejor, dejémoslo en «que tanto»…y que cada uno complete la frase a su gusto). Aún así, desde este humilde blog con espíritu crítico, pido a nuestros políticos, al Señor Corbacho (que no parece tan preocupado por su testimonio sobre la recuperación del trabajo en España) y a la parte contratante de la primera parte, que imaginen una España en la que se forme a los universitarios y postgraduados con un nivel muy elevado; y en la que se invierta en educación superior e investigación docente, para obtener un único resultado: Todo lo que has cultivado aquí, lo aprovecharán otros.
Los cerebros se forman, terminan, se espetan contra la cruda realidad y se fugan en busca de oportunidades reales que no desmerezcan sus esfuerzos. Quizá «tres o cuatro años» no parezca demasiado tiempo para el Señor Corbacho. Pero quizá, en ese mismo período, un país puede sufrir pérdidas irreversibles que encuentren una vida profesional digna fuera de sus fronteras.
[a_PalC]